Conócenos!

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Johanna, Rosi, Kelly, Susan y Gypsy

viernes, 25 de febrero de 2011

El Precio de Crecer

En el camino a ser un adulto, pensante y maduro, te deshaces de la inocencia, del optimismo, de la ternura, de la fe, de la dulzura, ¡de los amigos de la niñez!


En el camino te atropella más de uno dizque para que te demuestres a ti mismo que siempre puedes superarte, te traicionan dizque para recordarte que no hay mejor amigo que aquel que aparece cuando te miras al espejo, recibes maltrato, malas caras, gritos, etc. de aquellos a los que les debes desde favores insignificantes hasta de los que te dieron la vida, peor aún, de aquel que emite el rol de pago que cubre tu renta, tu ropa, tu alimentación, los dueños de tu vida, ¡tus jefes!

En el camino, pierdes el poder de disponer de tu tiempo, por ende, pierdes contacto con aquellos que te vieron crecer, con quienes compartiste desde la cama hasta un chicle, y entonces valoras a todos aquellos seres que te levantaron cuando la vida te puso en el interminable circuito de obstáculos que define si has madurado o no; a mucho de ellos, la vida, los puso a kilómetros de distancia y solo puedes verlos a través del cristal de la computadora, en las fotos viejas del colegio, y en los recuerdos más dulces de tu vida.

“Crecer”, definitivamente es un cambio abrupto. Cuando eres un niño piensas que nunca va a pasar, está muy lejos la siguiente etapa, cuando eres adolescente no sabes en qué momento llegará para poder independizarte y “tomar las riendas de tu vida” (lo que no sabes es que eso no pasa hasta que puedas MANTENERTE SOLO), cuando finalmente eres aquel adulto, “listo” para el  mundo real, entonces, lloras como un bebé y te preguntas cómo fue que llegaste hasta ahí…


Nadie nos prepara para ser adultos, la vida no trae un manual de “Hágalo ud. mismo” o “Sea el mejor adulto que jamás soñó podría ser”. ¡No funciona así! No existe el adulto ideal o perfecto porque la única forma de llegar a esta etapa, es ir enfrentando y resolviendo problemas, tomando nuestros propios riesgos, equivocándonos, es decir, ¡viviendo!

Justo cuando creas que ya no puedes más, que no tienes suficiente fuerzas para continuar la lucha, siempre hay un motivo para levantarnos y cumplir con la aburrida rutina, siempre hay alguien o “alguienes” especiales que merecen el sacrificio y mucho más que eso. Disfruta de las pequeñas cosas, de los detalles, de las sonrisas, de los amigos, de un café o un sundae de mora, de un atardecer romántico o un amanecer lleno de energía y optimismo, afronta los fracasos, aprende de ellos y sueña, sueña con aquello que quieres construir,
TU FUTURO.

Publicado por: Gypsy Vera